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Salud Mental

Esclavos del pasado: Personas que sufren porque el ayer les secuestra el hoy

La autoinculpación puede ser crónica y afectar a mucha gente en algún momento de su vida. No los deja disfrutar de la vida y se convierte en un obstáculo. 

Mundo María Jesús Ribas / imp. EFE–REPORTAJES

El malestar por haber incumplido alguna de las expectativas personales o los valores que nos han infundido, puede reducir nuestra autoestima y paralizarnos, afectando nuestro trabajo y relaciones, impidiendo que disfrutemos de la vida y convirtiéndose en un obstáculo para obtener placer.(EFE)

El malestar por haber incumplido alguna de las expectativas personales o los valores que nos han infundido, puede reducir nuestra autoestima y paralizarnos, afectando nuestro trabajo y relaciones, impidiendo que disfrutemos de la vida y convirtiéndose en un obstáculo para obtener placer. | EFE

Luis sufre porque se siente responsable de la ruptura de su matrimonio pese a que ambos acordaron romper la relación.

Marta fue infiel a su pareja y pese a que le sirvió para darse cuenta de que quería a su marido no puede perdonarse a sí misma.

Enrique aún recuerda amargamente el día en que se quedó paralizado al ver el desnivel ante su hermana pequeña y fue incapaz de impedir que se accidentara con la bicicleta. 

Todos estas personas tienen algo en común: Sufren un continuo malestar debido a hechos que ocurrieron hace mucho tiempo, pero que siguen vivos en su interior, sin terminar de asimilarse y entrar definitivamente en el pasado. Son personas que sufren, porque en su mente y emociones, el ayer secuestra al hoy. 

La sensación de haber transgredido las normas éticas personales o sociales, o de haber incumplido alguna de las expectativas personales o los valores que nos fueron infundidos en la educación familiar, social, moral o religiosa, es una experiencia dolorosa y se halla en la raíz de muchos conflictos psicológicos.

Es la autoinculpación: Un sentimiento que en cierto grado es útil porque permite corregir los errores y recuperar la tranquilidad, una actitud natural y a menudo inevitable, pero que si supera ciertos límites y no puede afrontarse, es capaz de reducir la autoestima, amargar la existencia, causar angustia e inmovilidad.

 

La autoinculpación puede ser crónica y afectar a mucha gente en algún momento de su vida. Muchas veces, no deja disfrutar de la vida y se convierte en un obstáculo para obtener placer.

OBSESIÓN POR REPARAR

Los síntomas de este sentimiento abarcan desde el constante recuerdo del fallo cometido y la obsesión por reparar el supuesto daño inferido, hasta pensamientos de cómo podría haberse evitado ese error.

Los remordimientos agudos pueden ser unos poderosos agentes productores de estrés que el paciente traslada a cualquier situación, afectando su salud física y psicológica. 

Las personas con trastornos debidos a la autoinculpación, como la ansiedad o la depresión, tienen problemas para procesar la información, prestar atención, concentrarse y responder a las demandas de la vida, debido a su incapacidad de sustraer sus pensamientos a la causa de sus remordimientos, lo cual los hace más propensos a cometer errores. 

El remordimiento también ha sido relacionado con la anorexia y la bulimia, dos trastornos de la alimentación, en los que subyacen el autocastigo o la necesidad de reparar un supuesto perjuicio. 

"Sentirse culpable por algún daño que se la hecho a alguien y no poder arreglarlo produce una profunda desazón", señala la psicóloga Carme Vilaginés Ortet.

"Pero no debemos olvidar que poder sentir algo de culpa por las actuaciones poco acertadas es útil y bueno, porque ofrece la única posibilidad de hacer algo para arreglar las cosas y de recuperar la tranquilidad perdida", señala esta psicoterapeuta.

Cuando sucede algo negativo o se padece una frustración, hay quienes se autoinculpan sistemáticamente de lo que sucede.

El origen de las reacciones de autoinculpación suele hallarse en los sistemas de educación rígidos:

  • Familia
  • Escuela
  • Medio social han estado tradicionalmente cargados de leyes y normas de conducta regidas por el miedo al castigo

“Hemos interiorizado este catálogo represivo hasta que forma parte de nuestra personalidad. Es como un juez que llevamos dentro y se impone a la espontaneidad de la acción y el pensamiento”, señala la psicóloga clínica Carmen Díaz Navarro. 

EL JUEZ INTERIOR

Según esta experta, “las personas tendientes a autoinculparse se llenan de obligaciones aunque no les correspondan. Son muy escrupulosas y exigentes al enjuiciarse y viven pendientes del castigo o la sanción que pueda caerles encima”. 

Muchas de las frustraciones que origina la autoinculpación se producen porque se tiene una idea de la capacidad propia o ajena, que no se atiene a lo real. Por tanto, una estrategia para combatir el sentimiento de culpa es cultivar el sentido de la realidad, lo que supone aceptar, aunque resulte doloroso, qué y quién es cada uno. 

Para ello, la doctora Díaz Navarro aconseja hacer una autocrítica, “reflexionando y tomando en consideración las observaciones de las personas que nos manifiestan más afecto y confianza. Así determinaremos las causas de las situaciones conflictivas para aprender de los fracasos y no volver a cometer los mismos o similares errores”. 

Lo provechoso es identificar los fallos, reconocer la causa, asumir la responsabilidad si nos compete y tomar medidas para rectificarlos y evitar volver a tropezar en la misma piedra. 

Autoinculparse es como encadenarse a lo que ocurrió en el pasado, lo que conduce a la ansiedad y a la depresión. Aceptar los errores sin sentir un fracaso definitivo y paralizante, puede percibirse como una oportunidad de aprendizaje, como una fuente de información de qué cosas van bien y cuáles no. 

 

“Respecto a la culpa que pueda sentirse por los demás, conviene plantearse si uno es responsable de las vidas ajenas. Cada cual tiene su propio periplo vital y debe asumir su responsabilidad sobre lo que acontece en esa travesía”, explica Díaz Navarro. 

Permitir a la otra persona vivir su vida nos permite vivir la nuestra del mismo modo, con libertad y responsabilidad. Quienes viven a nuestro alrededor van a desarrollarse incluso a pesar de nosotros y sin nuestra ayuda. Uno no tiene toda la responsabilidad en lo que a otros les suceda. 


 

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